Ni las mujeres ni la tierra son territorio de conquista
¿A qué nos referimos cuando decimos que ni las mujeres ni la tierra somos territorio de conquista? A que durante siglos y aún en la actualidad, el sistema capitalista patriarcal, de la mano del reduccionismo científico y del colonialismo, han sometido a la tierra y a las mujeres a un esquema re-productivo insostenible (basado en la explotación indiscriminada de recursos), para beneficio de unos cuantos, a costa de la disminución en la calidad de vida de la mayoría. Es más que solo una frase, es un llamado a un proceso de transformación social.
Cuando hablamos de reduccionismo científico nos referimos a que lo racional, lo productivo y lo eficiente son lo más importante para la construcción de saberes. Dentro del reduccionismo no tienen lugar las experiencias de vida, ni los sentipensares, ni las conexiones entre procesos vitales, ligados a la tierra y a los conocimientos ancestrales.
El colonialismo lo entendemos como consecuencia de la invasión europea en la mayoría de los países del sur global y las repercusiones en la calidad de vida de quienes habitan estos territorios. Es la imposición de formas de vida, lenguas, conductas y creencias occidentalizadas, sobre los pueblos originarios.
Cuando se habla de que la tierra no es territorio de conquista, nos referimos a que ha sido desprovista de casi todos los recursos con los que cuenta. Lo anterior se ha hecho mediante procesos y actividades que buscan seccionar territorios y comercializarlos; y que al hacerlo reducen ecosistemas enteros (bosques) a un único de sus elementos (árboles), y esos elementos a una sola de sus partes (tronco/ramas) y esas partes, a su vez, adquieren valor únicamente por el beneficio económico que pueden brindar (madera, celulosa, etc.). Lo mismo aplica para distintas especies de animales o de plantas.
En el caso de las mujeres, el sistema capitalista patriarcal nos ve sólo como un útero, y ese útero, a su vez, es visto únicamente como una sola de sus funciones: parir. Así se reduce todo nuestro ser a un ente dador de vida, pero no de cualquier vida, si no de vida que sirve como mano de obra barata para sostener el insostenible sistema económico. El cuerpo de las mujeres, al igual que la tierra adquieren valor bajo este esquema, únicamente por lo que puedan aportar al capitalismo patriarcal.
Dentro de este mismo esquema, muchas actividades productivas e industriales ponderan que una empresa no debe tener responsabilidad socioambiental, porque lo más importante es maximizar sus ganancias. Es decir, que “el fin justifica los medios” mientras el beneficio económico sea para quien explota y quién invierte. Pero cuando hay pérdidas, dentro de este esquema de producción, la afectación es para las mujeres, las niñas, personas racializadas, personas en situación de vulnerabilidad y para la Tierra.
Las mujeres también somos productoras y en muchos de los casos producimos con conciencia social y ecológica, bajo esquemas sustentables, de regeneración y de economía social y solidaria. Estamos creando espacios propios con estándares comunitarios. La Tierra nos está enseñando que su paciencia se agota, grado centígrado a grado centígrado. Tomemos nuestras vivencias, nuestros saberes, nuestros aprendizajes de otras mujeres, para transformar cómo se produce, cómo se consume, cómo nos relacionamos con el ecosistema y cómo nos relacionamos entre nosotras y nosotros.
Fuentes:
- Mies, M., & Shiva, V. (1993). Ecofeminismo. Zed Books.
- LasCanta, L. (2017). De la teología al antiextractivismo: ecofeminismos en Abya Yala. Ecología Política, 35-41.
- Hernandez, D. T. C. (2020). Feminismos comunitarios territoriales de Abya Yala: mujeres organizadas contra las violencias y los despojos. Revista Estudios Psicosociales Latinoamericanos, 3(1).
- Friedman, M. (2007). The social responsibility of business is to increase its profits. In Corporate ethics and corporate governance (pp. 173-178). Springer, Berlin, Heidelberg.